Tiburones y salmonetes

Los 100 libre reúnen tradicionalmente la más numerosa, heterogénea y desigual participación. Se juntan tiburones con salmonetes. Sólo en las primeras series mañaneras se ven nadadores negros que representan a países cuyas siglas y banderas nos cuesta descifrar y reconocer. Luego desaparecen, en otra invitación a discutir las peculiaridades genéticas o culturales de la natación.

Entre los 87 intervinientes de esas series que separan rápidamente a los tiburones de los salmonetes existieron diferencias ofensivas. Marcaron los extremos cronométricos los 47.91 de Magnussen y el 1:07.42 de… no sé… no apunté el nombre. Pero ese chico, se llame como se llame y venga de donde venga, hubiera sido medalla de plata en los Juegos de… 1932 en la prueba… femenina. Los hombres ya nadaban más rápido en 1908.

Si ese chico nadara los 200, Missy Franklin seguramente le sacaría 100. La joven (18 años) y jovial estadounidense ganó con claridad esos 200 por delante de dos fieras como Federica Pellegrini y Camille Muffat. Realizó una marca formidable (1:54.81) porque es muy buena y porque decidió no salir en las semifinales de los 50 espalda para reservar energías. Pero se quedó lejos del récord de Pellegrini (1:52.98). Franklin es magnífica y ya lleva tres oros. Pero los números de Federica suponen el máximo homenaje conjunto a los bañadores plásticos y a la plástica, por elegante, italiana.

También es muy elegante Sun Yang. Pero está inapetente. Se limitó a apuntarse los 800 –distancia no olímpica para los hombres, recordemos– casi entre bostezos. No intentó ni el récord ni una marca de relumbrón. Sí trató de coronarse el domingo como plusmarquista en los 400 libre. Pero se quedó (3:41.59) bastante lejos del tope de Paul Biedermann (3:40.07). Otra ofrenda al (falso) dios poliuretano y sus máximos sacerdotes (y vestales).

Inapetente o no, Yang no está en su mejor forma, tras sus dimes y diretes con su entrenador, y sus cambios de residencia. Pero volverá. Los tiburones siempre sucumben a la gula.